viernes, 31 de agosto de 2007

SOBRE LA INSCRIPCIÓN AUTOMÁTICA

Para los que nos interesa la calidad de nuestro sistema político, y especialmente para aquellos que participaron en ATCH y se mostraron entusiastas partidarios de la inscripción automática, les presento esta columna de Navia con los mismos argumentos que nosotros hemos ocupado por años (las negritas on mías).
¿Quién quiere sufragio universal?
viernes agosto 24, 2007
Patricio Navia
Capital, #211, agosto 24, 2007

De no mediar una reforma al sistema de inscripción electoral, las presidenciales de 2009 tendrán la participación más baja de los últimos 50 años. Por eso, independientemente del debate sobre la obligatoriedad del voto, el Estado debería automatizar el sistema de inscripción o al menos modernizarlo.

Desde comienzos del siglo XX, la participación electoral aumentó sostenidamente en Chile. Para la elección presidencial de 1920, participó un 9,1% de la población en edad de votar (PEV). En 1942 ya votó un 17,4%. Después de que las mujeres adquirieron el derecho a voto en 1949, la participación alcanzó a un 29,1% en las presidenciales de 1952. Para la elección de Alessandri en 1958, llegó al 33,8%. La contienda presidencial de 1964 atrajo a un 61,6% de la PEV. En la presidencial de 1970, participó un 56,2%. Y en las parlamentarias de marzo de 1973, un 69,1%. Después que el plebiscito de 1988 convocara a un 90% de la PEV, la participación electoral ha mostrado una tendencia sostenida a la baja. Si bien la participación sigue siendo alta respecto al padrón (88% en las presidenciales de 2005), muchos chilenos no están inscritos en el padrón.

El número de inscritos se ha mantenido estable desde el retorno de la democracia. En 1993, había poco más de 8 millones de empadronados. Ya que había una PEV de 9 millones, el padrón incorporaba al 90% de la población con derecho a voto. En 2005, había 8,2 millones de inscritos y una PEV de 10,6 millones, por lo que el padrón incorporaba sólo al 77% del universo. Lo más probable es que pocos chilenos se inscriban para votar entre ahora y 2009, por lo que el padrón electoral probablemente sólo llegue a unos 8,5 millones de electores. Pero, de acuerdo a las estimaciones del INE, habrá 12,1 millones de chilenos mayores de 18 años en 2010. Esto quiere decir que, para el bicentenario, uno de cada tres chilenos en edad de votar no estará inscrito en el padrón.

Si adicionalmente consideramos que la abstención alcanza a poco más de 10% de los inscritos y que un 7% de los que participan anulan o dejan su voto en blanco, podemos anticipar que aproximadamente un 40% de todos los chilenos en edad de votar se habrá marginado de los próximos comicios. Ya sea porque no se inscriben, porque estando inscritos no votan o porque anulan o dejan en blanco su voto, dos de cada cinco chilenos no votará en 2009. Quienquiera gane, habrá llegado a La Moneda con el apoyo de un 25-30% de la población en edad de votar.

Chile tiene un peculiar padrón electoral. La votación es obligatoria para los inscritos. Pero inscribirse es opcional (y cuando uno se inscribe, ya no se puede salir más). Como la mayoría de aquellos en edad de votar en 1988 se inscribieron, casi todos los mayores de 40 años estarán inscritos en 2009. Los que cumplieron 18 después del plebiscito tienen tasas de inscripción mucho más bajas. Una mayoría de ellos no está empadronada. Para poder inscribirse, hay que viajar, literalmente, al siglo XIX. El mal financiado Servicio Electoral no posee ni la tecnología ni la facultad legal para modernizarse. Es mucho más difícil inscribirse para votar que hacer la declaración de impuestos. Como si eso fuera poco, el padrón se cierra 90 días antes de la elección. Cuando la gente recién empieza a poner atención a las campañas, ya no hay posibilidad de inscribirse.

La Concertación sabe que este padrón truncado les beneficia. Mientras el grueso del electorado todavía esté marcado por el plebiscito de 1988, la Concertación podrá seguir gozando de supremacía electoral. Por eso, cada vez que alguien sugiere actualizar el sistema de inscripción, los concertacionistas transforman una propuesta de modernización del Estado en un debate moral sobre la obligatoriedad del voto. Incomprensiblemente, la Alianza tampoco parece interesada en contribuir a dejar atrás el efecto plebiscito de Pinochet. Si bien la Alianza hace grandes esfuerzos por renovarse, el mercado de votos donde no tiene desventaja frente a la Concertación no es parte del universo electoral. La mayoría de los menores de 35 años, mucho menos marcados por el complejo legado de la dictadura, presumiblemente estarían más dispuestos a votar por la Alianza. Pero ni siquiera están inscritos.

Nada de esto es nuevo. En noviembre de 2002 en una columna en Capital alegué que uno de cada cinco chilenos no estaba inscrito. Hoy es uno de cada tres. Mientras seguimos enfrascados en debates teóricos sobre la obligatoriedad del voto, se debilita el sufragio universal y, por consiguiente, se erosiona la principal base de la democracia representativa.

miércoles, 29 de agosto de 2007

Todos contra el neoliberalismo - Columna de Pato Navia

En base a las movilizaciones de hoy, me hace mucho sentido la visión de Navia respecto a la actitud del PS y de algunos sectores de la Concertación, que en el afán de quedar bien con todo el mundo, no logran definirse entre ser gobierno u oposición.

A todo esto, les dejo el link con el video donde le aforran un "palazo" a Navarro. Hagan click aquí.

Todos contra el neoliberalismo

Patricio Navia

La Tercera, agosto 29, 2007


De todos los sospechosos que podrían haber apoyado el paro de hoy, el PS es el menos autorizado moralmente para darle un espaldarazo a una protesta contra el gobierno de Bachelet.


Ningún político quiere identificarse con el neoliberalismo. Después de 17 años de gobierno, la Concertación nunca ha reconocido su paternidad adoptiva sobre el modelo. Aunque tiene rostro humano y cambió de nombre a economía social de mercado, sus críticos correctamente señalan que Chile tiene una economía neoliberal. La Concertación lo usa para gobernar pero gana elecciones criticándolo. La Alianza espera que el electorado desaloje a la Concertación para llegar al poder a administrar el modelo.


Aunque Bachelet nombró un gabinete económico neoliberal (con rostro humano), no pierde oportunidad para criticar el modelo. Esa actitud es consistente con la decisión del PS de sumarse a las manifestaciones. Los socialistas protestan contra el modelo que ellos mismos han defendido—implícitamente, por conveniencia y por omisión. Tenemos un modelo neoliberal porque la Concertación ha optado por mantenerlo. Eso le ha hecho bien al país. Por eso, además, la Concertación sigue ganando elecciones.


Pero porque las críticas al neoliberalismo son crecientemente populares, el PS se suma. ¿Hay algo mejor que ser gobierno y oposición a la vez? Al sumarse a la manifestación, el PS se tiñe de populismo. No son los primeros. La Alianza inauguró esa práctica con Lavín. El PDC lo intenta sin éxito. Todos nuestros partidos políticos se han convertido al populismo.


Afortunadamente, el modelo neoliberal sigue firme. Mejorado por la Concertación, el modelo le ha dado a Chile sus mejores dos décadas de desarrollo. Tal vez al criticarlo, el PS podrá seguir en el poder (administrando el modelo.) Pero en la pendiente resbaladiza del populismo, los primeros en caer son los partidos políticos y los líderes que no se atreven a defender sus propias políticas.

domingo, 26 de agosto de 2007

¿Socialismo bolivariano en Chile? Editorial El Mercurio, domingo 26 de agosto.

Como el Presidente de Venezuela no disimula su propósito de injerencia política en otras naciones, en busca de unirlas en su proyecto de Confederación (o República) Socialista Bolivariana, la cerrada defensa de su gestión por ciertos parlamentarios chilenos lleva a preguntarse si no estamos ante una cabeza de puente de esa iniciativa en nuestro territorio.

Ante la interrupción, por decisión de Chávez, de las transmisiones de RCTV de Caracas, en el Senado chileno se votó un acuerdo para hacer ver la preocupación de esa rama del Congreso. Lo apoyaron representantes de todos los partidos de la Concertación —los senadores Naranjo (PS), Muñoz Barra (PPD), Vásquez (PRSD) y Sabag (DC)—, además de todos los de la Alianza. Pero los senadores Ávila (ex PPD) y Navarro (PS) se restaron del acuerdo, y el segundo protagonizó un ácido debate con su correligionario Naranjo. La proximidad de Navarro con Chávez se ha hecho patente en diversas oportunidades, la más notoria de las cuales fue su visita a la VIII Región, que representa, en compañía de la embajadora venezolana, María de Lourdes Urbaneja, en el curso de la cual —según versiones de prensa no desmentidas— se distribuyó un millón de dólares en frazadas y remedios. Y en un programa de televisión, el pasado martes 21, fue explícito: “Hemos recibido ayuda para mi región, para los damnificados, para los inundados, con rapidez y eficiencia. Como este tipo de ayuda está en la Constitución Bolivariana de Venezuela (artículo 152), esperamos que no sea la última vez que Venezuela y el Presidente Chávez tengan mucha integración con Chile”. Precisó haber pedido esa ayuda “a través del Vicepresidente Rangel, casado con chilena y gran amigo del PS”, y añadió: “Lo vamos a hacer cada vez que podamos, porque la integración latinoamericana es parte del proyecto bolivariano”.

Navarro alcanza altos niveles de popularidad en dicha región, y en algún momento pareció tener ambiciones presidenciales. Ha tendido lazos hacia el comunismo y el resto de la izquierda extraparlamentaria, donde es bien mirado, lo cual lo puso en pugna con el presidente de su colectividad, el senador Escalona, cuyo compromiso con las aspiraciones presidenciales de José Miguel Insulza es conocido. Pero, algo después, Navarro anunció que no aspira a ser candidato en 2009.

Dado que ha quedado en evidencia en Argentina la internación clandestina de una maleta llena de dólares en una aeronave venezolana, preocupa la posibilidad de que a la injerencia política abierta de Chávez se sume también una económica —significativa a la hora de influir en la voluntad popular—, en pro de replicar acá el poco democrático modelo de socialismo bolivariano.

domingo, 12 de agosto de 2007

Columna de Carlos Peña en El Mercurio

Hola,

reproduzco la columna de Carlos Peña sobre el sueldo ético que apareció hoy en El Mercurio. Me parece interesante que se devuelva el eje de la discusión a un asunto más amplio que el puramente económico. Pueden ver la columna en EMOL aquí.

Política y economía

Carlos Peña
(El Mercurio, Reportajes, 12.08.07)

Las palabras de Goic no son un llamado ni a la caridad ni al paternalismo. Si fueran eso, serían una banalidad. En cambio, son un llamado a la reflexión pública allí donde, por razones de diversa índole, hemos concedido la primera y la última palabra a la economía.

Alejandro Goic -a su manera, y con ese gesto suyo que uno no sabe si es desilusión, hastío, cansancio o todas esas cosas juntas- puso de manifiesto un viejo problema que en Chile hemos olvidado: el de los límites del discurso económico.

Hoy la economía, en especial la neoclásica (esa que piensa cualquier aspecto de la conducta humana en términos de utilidad marginal, incentivos y precios) se ha erigido en la reina del espacio público. Tratamos a los economistas como si tuvieran línea directa con la realidad y les asignamos, sin más, el derecho a determinar los límites de lo posible.

Y los que se oponen se convierten en réprobos e ignorantes.

Si en el siglo XIII la teología era la madre de las ciencias; hoy día es la economía. Si hace siglos los que tenían línea directa con la realidad eran los teólogos de París; hoy lo son quienes se educaron en Harvard o en Chicago. Si el gurú hace siglos era Santo Tomás, hoy día es Smith o Marshall.

No tiene nada de raro entonces que las palabras de Alejandro Goic hayan desatado polémica y que una senadora -demasiado entusiasta con su propio saber- haya decretado que el obispo era un ignorante que no sabía lo que decía.

Pero Goic ha dicho algo sensato. Ni ha pedido limosna, ni ha solicitado que los más ricos den lo que les sobra, ni ha repetido las encíclicas del diecinueve. Eso sería una banalidad más.

Él ha exigido que pongamos algo de reflexión allí donde, hasta ahora, hemos concedido la última palabra al discurso económico. Él no ha pretendido señalar cómo se fijan los precios en un mercado autorregulado (todos lo sabemos); él nos ha invitado a discutir si acaso el resultado que ese mecanismo arroja hoy en Chile está a la altura de los compromisos que tenemos hacia quienes forman parte de nuestra comunidad política.

A su manera, Goic nos ha desafiado a pensar si acaso la facticidad, los simples hechos, tienen la última palabra a la hora de decidir cómo vivimos y cómo nos tratamos unos a otros o, si, en cambio, nuestra opinión razonada tiene algo que decir en todo esto. Él no se ha preguntado cómo se fija el precio del trabajo; sino cuál es el precio razonable si es que, como decimos, los más pobres importan. Nos ha invitado a preguntarnos si la pobreza -la de veras, ésa que subsiste con el mínimo- es una fatalidad o no.

Una economía de mercado debe abarcar todos los elementos que forman parte del proceso productivo, incluida la tierra y la mano de obra. Pero ocurre -y este es el punto del sacerdote- que la tierra y la mano de obra son los seres humanos mismos; o sea, la sociedad y su ambiente natural. ¿Es razonable entonces que los seres humanos nos tratemos unos a otros de esa manera y sin agregar ninguna otra consideración? Es el antiguo asunto de la Iglesia Católica y, dicho sea de paso, de Marx: el trabajo no puede ser en la hora undécima una simple mercancía, porque entonces los seres humanos se despojan de toda dignidad y se convierten en cosas.

La situación de hoy no es muy distinta entonces de la que se produjo en el siglo XVIII cuando se aprobó en Inglaterra la ley de Speenhamland que otorgó subsidios a los trabajadores cuyo salario, fijado por el mercado, estaba por debajo de sus necesidades. Esas leyes -conocidas en la literatura como leyes de pobres- fueron objeto de la crítica de la economía clásica de la época. Smith señaló que esas leyes restaban movilidad y retrasaban el progreso; Malthus señaló que incrementaban la población y estimulaban la indolencia y la flojera; Ricardo dijo que ese tipo de leyes empeoraban la situación de los ricos y de los pobres a tal extremo que los "amigos de los pobres" deberían estar interesados en abolirlas.

Son los mismos argumentos de entonces repetidos hasta el hartazgo hoy día en materia de impuestos, previsión y demases.

Pero el problema fundamental subsiste y es el mismo que mencionó Goic. Sabemos cómo funcionan el mercado y los precios; pero no sabemos, y debemos reflexionar, si esa es una manera razonable de tratarnos unos a otros. Sabemos cómo funciona el mercado, el problema es si la política democrática tiene algo que decir frente a él fuera de reunir los votos necesarios para que los policy makers hagan lo suyo.

El asunto no es puramente conceptual ni queda resuelto por la simple vía de adherir, sin ninguna reflexión, a las palabras del obispo.

El asunto de fondo es cuáles son los límites del discurso técnico en una comunidad que quiere gobernarse a sí misma mediante la democracia. Por supuesto, no se trata de incurrir en la irresponsabilidad de desproveer a la técnica de su importante papel en el diseño de las políticas; pero se trata de hacer un lugar a la deliberación democrática a la hora de decidir cómo vamos a tratar a nuestros semejantes.

Se trata de saber, en suma, si a la hora de la política democrática nos consideraremos responsables unos de otros o si, en cambio, esgrimiendo manuales de economía, los opus, los legionarios, los beatos, los descreídos, los salvos y los condenados, vamos a encogernos de hombros y preguntar ¿acaso soy yo el guardián de mi hermano?

sábado, 11 de agosto de 2007

Meet Barack Obama

El material en Youtube es realmente impresionante, tanto por su contenido como por el uso de esta herramienta para llegar a los electores. Noten como Obama comienza y termina este spot con el concepto de unidad, y todo está cruzado por el concepto de esperanza. Considerando tanto las fortalezas de Obama como las críticas que se le han hecho, ¿estará logrando conexión con el electorado? ¿será esto también lo que el electorado chileno espera?

jueves, 9 de agosto de 2007

La UC preocupada de la Pobreza

Siempre me llega el newsletter de la Universidad, Visión Universitaria. Pero pocas veces he encontrado artículos que me llamen la atención (más allá de algún profesor que inventó una uva fosforescente o cosas por el estilo). Les dejo acá el link para que lo puedan ver.http://www.uc.cl/visionuniversitaria/paginasgrandes/pobreza.html

Es la opinión de tres profesores (Arístides Torche, experto en Economía y Pobreza, Claudio Seebach (a él ya lo conocen) y Jimena Lópes de Mérida, Ingeniera agrónoma), acerca de su diagnóstico del problema de la pobreza. Fíjense en la última pregunta, al respecto de qué debería hacer la UC para contribuir a la superación de la pobreza. Si bien no hay nada muy novedoso, me gusta que el tema de la responsabilidad social universitaria empiece a aparecer en los medios de comunicación de la UC.

viernes, 3 de agosto de 2007

OBAMA UNPLUGGED


Algunas críticas que se la han hecho a Obama en EE.UU. Interesante para mirar con más perspectiva la campaña de uno de los íconos de la Política 2.0.


Presentado como el futuro primer Presidente negro de EEUU, su imagen no ha logrado trascender el marketing político. Algunos ven al candidato presidencial demócrata como el salvador de la política estadounidense. Pero una visita a un acto de campaña nos devuelve a la realidad: el senador por Illinois no corresponde aún al mito que buscan crear sus asesores.



Comencemos por el final: es el 18 de julio y Barack Obama acaba de pronunciar un discurso ante unos 200 residentes del empobrecido vecindario de Anacostia en Washington DC. El discurso cubrió principios básicos y giró en torno de la pobreza y la riqueza. Obama ha dicho todo lo que necesita decir un candidato que quiere ganar el voto de los pobres, entregando una robusta dosis de aquello que los especialistas en campañas llaman “alimento para el alma”.
Pero el aplauso final es miserable: comienza en la primera fila, donde se sientan los dignatarios locales; se arrastra hacia los jóvenes apáticos de las filas cuatro y cinco; se esfuerza por llegar hasta la fila 14, al fondo de la sala. El hombre en el podio, que fue presentado como el “próximo Presidente de Estados Unidos”, se marcha rodeado de silencio. Sus pisadas resuenan en el piso de madera.
La audiencia congregada en la pequeña sala de conferencias del centro municipal de educación, arte y cultura, a menos de 15 kilómetros de la Casa Blanca, no fue despiadada en su reacción: sólo fue honesta.
El senador por Illinois claramente no es el producto que se quiere vender. En un principio se le describía como una estrella afroamericana ascendente. Eso era en tiempos de modestia. Después, la gente del marketing político se hizo cargo y se empezó a hablar de él como del nuevo Kennedy, el nuevo Martin Luther King Jr., el primer Presidente negro.
Desde entonces, su equipo de campaña se ha esmerado en justificar esas etiquetas. Le escriben discursos ingeniosos. Llevan carteles a los actos. Tratan de sembrar aplausos. Cualquiera que compre una camiseta, una gorra de béisbol o un adhesivo de Obama por Internet, queda registrado como donante.
Una “revolución desde las raíces” se está gestando... o eso es lo que se murmura. En televisión el guión del “Obama Presidente” se desarrolla sin fallas. Sus largos brazos fueron hechos para abrazar personas y estrechar manos y su rostro luce radiante. Todo ello le hace ver tan carismático en una breve nota de prensa, que la comparación con Kennedy parece a lo menos permisible.

CANDIDATO CÓMODO
Pero la imagen no llega muy lejos. La audiencia de Anacostia lo sabe bien: han experimentado el “Obama unplugged”. Abrumado por las expectativas, Obama les habla acartonadamente. Su brazo cuelga inerte a lo largo de su discurso. En el sentido estricto de la palabra, no está en realidad haciendo un discurso, sino leyendo literalmente un texto. Con frecuencia empieza las frases diciendo “cuando yo sea Presidente”. El joven senador preferiría no responder preguntas. Para eso está su sitio web y no se cansa de deletrear la dirección.
La voz de Obama es viril y firme, a menudo demasiado alta. Quiere obviamente transmitir un aura de liderazgo y es por eso que aumenta tanto el nivel de decibeles. Pero la sustancia de lo que está diciendo no es particularmente provocativa para la audiencia en el centro comunitario, aunque es muy atractiva.
En esta temprana mañana en la campaña electoral estadounidense, Obama es el candidato cómodo. Dice un montón de cosas correctas. Es difícil no asentir con aprobación. El futuro de un niño no debiera decidirse antes de que el niño haya dado sus primeros pasos. Por cierto. Nadie puede aprender debidamente si las escuelas no ofrecen “los libros adecuados o los mejores maestros”. Bravo. No es de extrañar que los jóvenes desempleados se integren a pandillas si no hay trabajo para ellos y “el empresario más exitoso en vuestra vecindad es un traficante de drogas”. ¡Yeah!

MANZANAS Y NARANJAS
Y Obama hace exactamente lo que más les gusta hacer a los populistas: compara manzanas y naranjas. Un proyecto infantil en Harlem, que él quisiera ver extenderse a través de Estados Unidos, cuesta 46 millones de dólares al año: el dinero que se gasta en sólo una mañana en la guerra de Irak, dice. Vamos a invertir mejor el dinero, le propone a su audiencia.
El aplauso habla por la efectividad de este tipo de comparaciones. Pero también habla en contra del candidato.
Comprar juguetes en lugar de armas es la manera más segura de que EEUU pierda su estatus como super-potencia. El conflicto con un Islam agresivo no se ganará de esta manera. Naturalmente Obama sabe esto, y es la razón por la que escribe en un artículo en “Foreign Affaire” que en su opinión los militares estadounidenses necesitan urgentemente ser “revitalizados”. Eso significa más dinero, más soldados y más fuerzas terrestres: él sugiere un aumento de cerca de 100 mil efectivos. “Un fuerte poder militar es, más que ninguna otra cosa, necesario para mantener la paz”, escribe.
Pero “Foreign Affaire” difícilmente es lectura diaria en los vecindarios más pobres de EEUU. La falta de educación que lamenta el Obama especialista en política social brinda valiosos servicios al Obama experto en política exterior.

“GOBIERNO GRANDE”
El candidato procede sobre la base de que nadie en la audiencia es capaz de aritméticas mentales. Después de todo, si su discurso se convierte mañana en política gubernamental, el nuevo Presidente tendría que ir derecho al Fondo Monetario Internacional, al día siguiente, a pedir un préstamo.
Obama está postulando lo que los republicanos llaman “Gobierno grande”, un Estado gastador. Promete medicina socializada sin decir cómo la financiará. Quiere fundar un banco nacional para los pobres, basado en el concepto del Banco Mundial; quiere entregar dinero a los centros extra-escolares y transformar el salario mínimo en un verdadero sueldo vital que aumentaría automáticamente según la inflación.
Italia tuvo esta “escala móvil” durante décadas. Demostró ser un programa ideal para devaluar la moneda, que es la razón por la que los italianos fueron tan poco sentimentales al dejar la lira por el euro.
Barack Obama es un candidato que conoce y se dirige a las zonas cómodas de cualquier audiencia. Habla de liderazgo pero abomina que lo sigan. Quiere ser moderno pero mucho de lo que dice suena altamente anticuado. Sus argumentos de venta para el sudeste de Washington se derivan exclusivamente del tesoro escondido de los liberales de la vieja escuela. Sus ideas sobre el Estado de bienestar se remontan a Martin Luther King Jr., como lo admite abiertamente. “Si podemos hallar el dinero para poner a un hombre en la Luna, entonces podemos hallar el dinero para poner a un hombre de pie”, dice, citando al líder de los derechos civiles. Ello puede sonar bien, pero sobre todo suena ingenuo.

PROGRAMA CARO
Cualquiera con cierta sensatez sabe de antemano quién terminará pagando por estas opciones: la clase media. Por eso es que el programa de Obama no es sólo caro sino también demencial. La clase baja en Estados Unidos es masiva: 40 millones de personas viven bajo la línea de pobreza. Pero no es lo bastante grande como para ofrecer la base para una victoria electoral. Los pobres tienden menos a votar que el promedio y no puede darse por sentado que los pobres votarán automáticamente por la izquierda. De hecho, muchos viven en la izquierda pero votan por la derecha.
Por esto fue que Bill Clinton apeló tan hábilmente en sus campañas a las “olvidadas clases medias”. Y que Gerhard Schröder tuvo éxito en Alemania al convocar a la “nueva clase media” en 1998. Pero Barack Obama está pescando en un estanque mucho más chico.
Pero ¿debieran tomarse en serio los discursos de campaña? Probablemente no, dicen aquellos que saben. El ex Presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt, un gran Mandatario en tiempos de guerra y un apasionado de las campañas, sentía que era irrazonable pedirle que se atuviera a sus promesas de campaña: les decía a sus críticos que los discursos de campaña eran simples carteles, y no grabados.

© Der Spiegel
The New York Times Syndicate